Esta es un post que, Sara, una buena amiga y colaboradora nuestra, nos ha hecho llegar. Esperamos que a base de relatar uno y otro articulo donde se muestre la infinita lealtad que nuestros perros poseen, la sociedad entera termine por comprender lo que significa esa palabra: LEALTAD. Una de las cualidades basicas para saber lo que es la lealtad consiste en, darlo TODO por quienes quieres, sin esperar NADA a cambio. Tan solo la satisfaccion de haber hecho una buena acción.
Como esta corren muchas mas leyendas de perros heroicos, y el que lo dude solo tiene que preguntarle a cualquier empleado viejo de cualquier cementerio, si ha visto alguna vez perros merodeando por alli, y durante cuanto tiempo estuvieron alli, y os aseguro que son historias tan reales como que la Tierra es redonda. De momento ahi va una que a mi me ha puesto los pelos como escarpias!
HACHIKO: UN EJEMPLO DE LEALTAD NÓRDICA
(Siempre se suele decir que los perros de razas nórdicas son muy primitivos y por tanto son: testarudos, tercos, cabezotas, tienden a escaparse, o a ser territoriales y dominantes,... pero tambien poseen otras caracteristicas positivas que apenas se mencionan, y que seguro que sorprenderán a mas de uno. Una de ellas es la grandisima capacidad de comprension, empatia y lealtad que, muchos perros nórdicos, como el Akita Inu, poseen.)
Hachiko nació en Noviembre de 1923 en la prefectura de Odate, al norte de Japón. Era un perro de raza Akita Inu, macho y de un intenso color blanco.
La suerte iluminó a Hachiko cuando a los 2 meses de edad fue enviado a la casa del profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio, el Dr. Eisaburo Ueno. El profesor lo llevó a su hogar situado cerca de la estación Shibuya, y allí demostró ser un bondadoso y amable dueño. El perro por su parte lo adoraba.
Desde luego, Hachiko no podía acompañar a su amo hasta la universidad. Pero lo que sí hacía era dejar la casa todas las mañanas con el profesor y caminaba junto a él hasta la estación Shibuya.
El perro observaba como su dueño compraba el boleto y luego desaparecía entre la multitud que abordaba el tren. Más tarde, Hachiko acostumbraba sentarse en la pequeña plaza y esperaba allí a su dueño quien regresaba de su trabajo por la tarde.